En el artículo de esta semana tenemos el honor de contar con la participación a través de un artículo con la colaboración inestimable de Carmelo Vázquez, una de las figuras más relevantes a nivel internacional en el estudio de la Psicología Positiva y en concreto en el estudio del Bienestar humano. Sin duda es un placer para este blog contar con esta colaboración, agradeciendo enormemente el interés de Carmelo Vázquez por colaborar desinteresadamente con este proyecto de dar a conocer esta disciplina psicológica, sin más, y agradeciendo personalmente la colaboración les dejo con la lectura del artículo.
En los últimos años, reconocidas revistas (American
Psychologist, Journal of Social and Clinical Psychology, Psychological Inquiry,
American Behavioral Scientist, School Psychology Quarterly, Ricerche di
Psicología, Review of General Psychology,…) han dedicado números especiales
a abordar el estudio del bienestar humano.
Sin entrar en discusiones nominalistas sobre lo oportuno del término o sobre la
necesidad de recurrir a una etiqueta fundacional, los proponentes de este
enfoque hacen énfasis en algo tan aparentemente sencillo como tener en cuenta
los aspectos positivos y negativos del funcionamiento humano.
Hemos de reconocer, con orgullo, que desde la Psicología hemos desarrollado métodos de intervención
eficaces y eficientes para muchos problemas psicológicos. Pero no hemos
avanzado tanto en destilar métodos para (re)establecer la felicidad en el
desdichado o, de modo más general, para promover con conocimientos sólidamente
derivados cómo mejorar el bienestar. Parte de esta situación se debe a que por
razones muy complejas para poderlas desbrozar en esta breve presentación, el
estudio de lo positivo, por decirlo de un modo muy sintético, nos ha ocupado
más que el estudio de su contrario. En un análisis de las publicaciones
psicológicas desde 1872, recogidas en PsycINFO, se puede constatar que la
proporción entre temas negativos y positivos es de 2 a 1 (Rand y Snyder, 2003).
Pero preguntarse sobre el bienestar humano no es una moda
pasajera. En cierto sentido, la Filosofía occidental no ha tenido nunca otra
preocupación más central, bien desde el análisis directo de las condiciones
sustantivas del bienestar (la eudamonía aristotélica) o bien, más modernamente,
desde el análisis de las condiciones existenciales que limitan el alcance de
ese ideal. Así que Aristóteles, pero también Spinoza, Schopenhauer, Bertrand
Russell, Heidegger, o Cioran, han hecho de esta reflexión sobre la felicidad
uno de los ejes del pensar sobre "lo humano". Sin embargo, la ciencia
se vio impelida a cubrir otras demandas más acuciantes, ligadas a la lucha
contra la enfermedad, el sufrimiento, o la pobreza y sólo recientemente has
estado en condiciones de explorar con sus herramientas esos terrenos más
abonados inicialmente a lo filosófico. De hecho, no es un accidente histórico
que el Estado del Bienestar fuese una creación centroeuropea y escandinava de
la década de los 60 del pasado siglo, algo que sólo pudo emerger cuando las
principales enfermedades epidémicas ya no eran las primeras causas de
mortalidad, y cuando la prosperidad económica era más alta de lo que nunca se
había conocido en el ámbito occidental. No es tampoco casualidad que fuese a
partir de los años 70 cuando comenzaron los primeros estudios sociológicos a gran
escala sobre el estado de la felicidad de las naciones que, sin interrupción,
han seguido hasta hoy. Ni tampoco es casual que desde mediados de la década de
los 80 comenzase una verdadera explosión de estudios sobre calidad de vida en
el ámbito de la Medicina que se han mantenido con un envidiable vigor.
La Psicología también ha comenzado muy recientemente a
aceptar como un objeto relevante de estudio el bienestar subjetivo y afrontar
directamente, como un deber programático académico, la exploración de las
fortalezas humanas y de los factores que contribuyen a la felicidad de los
seres humanos. El comienzo es tan cercano que se acepta que el inicio formal de
lo que se denomina Psicología Positiva lo constituyó la conferencia inaugural
de Martin Seligman para su periodo presidencial de la American Psychological
Association (Seligman, 1999). Naturalmente, el germen de la Psicología Positiva
se puede rastrear desde mucho antes, en enfoques históricos de la Psicología
tan bien intencionados como, desgraciadamente, carentes del apoyo empírico
necesario.
Esta nueva sensibilidad hacia el estudio científico del
bienestar, en un sentido general, no es exclusiva de la Psicología. El análisis
del bienestar y la búsqueda de indicadores objetivos conciernen a las ciencias
sociales en su totalidad. En este empeño, por ejemplo, hay grupos de sociólogos
y economistas, entre los que activamente participa el psicólogo y premio Nobel
de Economía Daniel Kahneman, que están dirigiendo sus esfuerzos a analizar los
factores que, más allá de las retóricas oficialistas están ligados al bienestar
de los ciudadanos (Kahneman y Krueger, en prensa). ¿Cómo puede hablarse de
Estado de bienestar si no se tiene en el punto de mira de las políticas
públicas el incremento efectivo del bienestar de los ciudadanos? Sabemos que
mientras que la riqueza de muchas naciones industrializadas ha sido casi
exponencial en las últimas décadas, la felicidad de sus habitantes no ha
mejorado sustancialmente, lo que supone una paradoja política insospechada sobre
el significado y alcance del Estado del Bienestar (Diener y Seligman, 2004).
Es arriesgado saber cuál será el futuro de lo que se
denomina Psicología Positiva. Probablemente, lo que ahora tiene de
"movimiento" o, si se quiere, de moda, acabará disolviéndose sin más
estridencias dentro del quehacer de la Psicología. De hecho, desde nuestro
punto de vista, y haciendo uso del conocido pensamiento atribuido a André
Malraux, se puede decir que la Psicología Positiva del futuro será Psicología o
no será. Es decir, el escenario más verosímil es que lo que ahora llamamos
Psicología Positiva estará perfectamente integrada en el quehacer cotidiano de
las próximas generaciones de psicólogos y el análisis y medida del bienestar,
de las emociones positivas, o de las mejoras efectivas en la vida de la gente
que tienen nuestras intervenciones será el modo incuestionado de hacer las
cosas. Resulta llamativo, en este sentido, que las excelentes contribuciones de
este número de Papeles del Psicólogo provengan de jóvenes profesionales e
investigadores en quienes parece no plantearse de modo agudo este falso dilema
conceptual o epistemológico. De modo que, desde un punto de vista teórico o
metateórico (como aducen Linley et al., 2006), no tiene gran interés la
discusión de si la Psicología Positiva pretende ser un nuevo enfoque de la
Psicología. Creemos que todo es más sencillo pero igualmente supone un reto de
gran magnitud: no se trata de crear otra variante polarizada de la Psicología
sino de tener en cuenta, promover e investigar aquellos aspectos relacionados
con el bienestar y la felicidad humana, incluso para iluminar lo que es el
sufrimiento psicológico (Vázquez et al., 2005). En último término, estos
objetivos son congruentes con lo que preocupa a la gente y a lo que deberíamos
aspirar a estudiar y promover sin ningún desdén. Desde este punto de vista
pragmático, no hay duda de que la Psicología Positiva va a tener un brillante
futuro y la proliferación de artículos, nuevas revistas, e investigaciones
rigurosas, permiten aventurar esa predicción. Una iniciativa interesante, en
este sentido, es el proyecto en el que participamos psicólogos de diversos
paises con la Universidad de Pennsylvania consistente en el diseño de una
página web que en 2006 e inicialmente basada en el modelo de
www.authentichappiness.org será lanzada simultáneamente en inglés, español y
chino y, algo más adelante, en todas las lenguas escandinavas, con la finalidad
de que sirva como un centro de recursos y de investigación psicológica nacional
y transcultural del bienestar humano.
Ocuparnos desde la Psicología por la felicidad humana (o por
el bienestar subjetivo, por emplear un término científicamente mejor acotado)
no es una trivialidad fin de siècle, ni un intento oportunista de buscar
posiciones de ventaja, sobre todo si se tiene en cuenta que algunos de sus
promotores más destacados (Ed Diener, Martin Seligman, Daniel Kahneman, Chris
Peterson, Csikszentmihalyi,…) figuraban desde hace años atrás entre los autores
más citados de la literatura científica psicológica por logros en sus
respectivos campos. Va a ser una empresa formidable para la Psicología
contribuir a desarrollar un esfuerzo programático en la consolidación teórica
de los conceptos más relevantes y las relaciones entre los mismos (emociones
positivas, bienestar, sesgos, salud positiva,…), el desarrollo de herramientas
de evaluación válidas de tales conceptos (¿cómo medimos, por ejemplo, el grado
de bienestar de un individuo?) y, finalmente, la exploración y análisis de vías
de intervención (Seligman et al., 2005) que promuevan o ayuden a mantener el
grado de bienestar de los ciudadanos. No hay probablemente un reto más
ambicioso para los científicos sociales y las profesiones sanitarias que
promover la salud y el bienestar real de la gente y a ese noble empeño no estaría
de más dedicar nuestros esfuerzos.
REFERENCIAS
Diener, E., y Seligman, M. E. P. (2004). Beyond money: Toward an economy of well-being. Psychological
Science, 5, 1-31.
Kahneman, D., y Krueger, A. B. (en prensa). Developments in the measurement of
subjective well-being. Journal of Economic Perspectives.
Linley,
P.A., Joseph, S., y Word, A.M. (2006). Positive psychology: Past, present, and
(possible) future. The Journal of Positive Psychology, 1, 3-16.
Rand, K.L.
y Snyder, C.R. (2003). A reply to Dr. Lazarus, the evocator emeritus.
Psychological Inquiry, 14, 148-153.
Seligman,
M.E.P., Steen, T.A., Park, N., y Peterson, C. (2005). Positive Psychology
progress: Empirical validation of interventions. American Psychologist, 60,
410-421.
Seligman,
M. E. P. (1999). The President’s address. APA 1998 Annual Report. American
Psychologist, 54, 559-562.
Vázquez, C., Cervellón, P., Pérez Sales, P., Vidales, D. y
Gaborit, M. (2005). Positive
emotions in earthquake survivors in El Salvador (2001). Journal of Anxiety
Disorders, 19, 313-328.
Carmelo Vázquez Valverde | ||||
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario