
Junto a esto se les
realizaron diferentes entrevistas acerca de sus vidas: trabajo, familia, y aficiones. Así como diferentes
medidas en optimismo y pesimismo en su vida.
A lo largo del estudio
longitudinal observaron aquellas personas que habían fallecido debido a haber
sufrido un segundo ataque al corazón. Los datos obtenidos en este estudio nos
mostraron como ninguno de los factores de riesgo habituales predijo la muerte: ni
la presión arterial, ni el colesterol, ni siquiera el daño causado por el primer
ataque al corazón. La única variable que pudo predecir fielmente un segundo ataque al
corazón fue la variable optimismo. En
esa línea obtuvieron que de los dieciséis hombres más pesimistas, de ellos
murieron 15, de la misma manera, de los dieciséis hombres más optimistas, sólo
cinco murieron.
En estudios posteriores se
han repetido los mismos resultados, solo el optimismo fue capaz de predecir la
aparición o no de un segundo infarto de miocardio.
En el año 1995 se realizó
un estudio para la Encuesta de Salud de Nueva Escocia, un equipo de enfermeras
calificaron la emoción positiva (alegría, felicidad, emoción, entusiasmo,
alegría) en 1.739 adultos sanos. Durante diez años, los
participantes que mostraron una emoción positiva alta experimentaron menos
enfermedades del corazón. En este estudio no
se tomaron medidas de optimismo, por lo que no
pudo determinar si la emoción positiva era causa o el optimismo con el que
afrontaban su enfermedad, eran responsables de los resultados.
De la misma manera
diferentes estudios realizados en Holanda sobre personas que manifestaban mayor
optimismo en se observó una tendencia continua, donde las personas con medidas más altas en
optimismo morían menos a lo largo de todo el estudio. Estos resultados muestran
que el efecto es bidireccional, es decir, los optimistas mueren tiene una tasa
de muerte inferior a la media, y los pesimistas con altos valores mueren a una
tasa superior a la media.
Como observamos los
estudios realizados sobre la relación existente entre el optimismo y la mejora
en las enfermedades cardiovasculares, parece que las personas más optimistas se
enfrentan mejor a la hora de reducir el impacto de los factores de riesgo
tradicionales como la obesidad, el tabaquismo, consumo excesivo de alcohol, el
colesterol alto e hipertensión. Pero además se observa que disminuyen la
influencia de otros factores secundarios que aparecen en el momento se
sobrellevar una enfermedad de este tipo, como la depresión, el estrés
percibido, y la vivencia de más cantidad de emociones positivas. Como vemos incluso el
nivel de optimismo influye en la manera de afrontar la enfermedad, a mayor
optimismo mejor pronostico en la enfermedad.
Por lo tanto, parece que las
personas más optimistas afrontan con mayor estabilidad y mantienen estilos de
vida más saludables. Los optimistas creen que lo que hacen es relevante para sus vidas,
mientras que los pesimistas por el contrario piensan y sienten que se sienten
más indefensos y que por ende no pueden hacer nada ante la situación que están
viviendo. Lo que hace que los optimistas se ocupen de su situación de salud
con mayor rapidez.
En la misma línea, se ha encontrado
que las personas con una alta satisfacción con la vida (que se correlaciona
altamente con optimismo) son más propensas a mantener una dieta, dejar de
fumar, a hacer ejercicio físico con regularidad y que por el contrarios
aquellas personas con menor satisfacción con la vida no son tan constantes a la
hora de controlar los factores que mejoran su situación de salud.
Los optimistas por esa
razón no solo siguen el consejo médico con mayor rapidez, sino que también
toman las medidas necesarias para así evitar los problemas que pudieran
acarrearles dicha enfermedad, mientras
que los pesimistas son pasivos, y se abandonan a factores como la suerte o los
milagros.
Pero además, los
optimistas son capaces de rodearse de personas que les ayuden a sobrellevar los
malos momentos, que animen sus vidas, y se vinculan a grupos de ayuda,
colectivos, etc. que potencian su bienestar
y en la misma línea su situación de salud.
Pero en la misma línea los
optimistas adornan sus vidas con actividades que potencien la capacidad de
experimentar el disfrute, de experimentar la capacidad de fluir según nos
plantea Mihaly Csikszentmihalyi. Lo que hace que su vida su vida sea más
significativa.
Para terminar, parece que
aparte de los diferentes cambios físicos a realizar en nuestras vidas, así como
la toma de los diferentes tratamientos que nos receten los especialistas sobre
las diferentes afecciones, deberíamos de potenciar en las personas enfermas el
optimismo con el que afrontan la situación por la que están viviendo, ya que se
encuentran resultados positivos en diferentes ámbitos de la salud física.
Jose J. Rivero
Psicólogo, coach personal.
Terapeuta familiar.
Coordinador educativo.
Miembro de la SEPP.(Sociedad Española de Psicología Positiva).
Bibliografía.
Aprenda optimismos, Martin
Seligman, 2004.
La autentica Felicidad,
Martin Seligman, 2007
La vida que florece,
Martin Seligman, 2011.
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