José Juan Rivero*

El objetivo vital que se nos plantea desde nuestra infancia está vinculado al éxito, principalmente económico, poseer el mejor trabajo, que me abrirá las puertas hacia la vida prometida, respondiendo a la norma moral que nos dice: tanto tienes, tanto vales, pero no solo nos regimos así las personas, también se mide el bienestar de un país por su riqueza, respondiendo a valores como su PIB, que mide el volumen de bienes y servicios que se producen y consumen. En ambos casos se abandona como objetivo de vida la felicidad, más relacionada con otros factores internos y más estables.